Imagine.

Hoy salí a la calle y ví un día hermoso. Sí, es invierno, pero el sol pedía permiso para entrar en cada una de las casas, los árboles pelados parecían más lindos que con hojas; había un olor a primavera impresionante, aunque no estemos ni cerca de esa estación.
Sin embargo, este hermoso día me hizo pensar, imaginar, reflexionar.
Imaginemos un mundo sin diferencias, sin inseguridad, sin dinero, en donde podamos salir tranquilos a la calle, sin estar perseguidos por que nos vengan a robar, sin que se estén matando los unos a los otros por plata, sé que ésta compra muchísimas cosas, pero no compra el amor, la felicidad, sólo nos hace ambiciosos (en el mal sentido), queriendo más y más, y no apreciando las pequeñas cosas, esas que te llenan de alegría el corazón y te dejan una resplandeciente sonrisa en la cara. Un lugar en donde hagamos las cosas por vocación, pasión y no por plata. Es más, que no exista el dinero, que el mundo sea para disfrutar y nada más. Sigamos imaginando, con un mundo sin injusticia, sin crímenes, sin caras largas, sin gritos ni peleas, un mundo sin que el hombre siga extinguiendo razas de animales, sin que esté acabando con el agua, los glaciares, la naturaleza en sí. Que las cosas no sean destruidas por el hombre, que es el mismo que las creó.
Tratemos de buscar todo el amor que tenemos dentro, no digo en el corazón, porque eso es un mito, pero si así quieren llamarlo, que así sea, busquemos en nuestros corazones, en nuestro cuerpo, algo de bondad que nos haga ser más nobles, para que cada uno ponga su grano de arena, así construimos un mundo de felicidad y paz en el cual todos podamos convivir en libertad y con amor.
Tal vez, y sé que es así, muchos no lo crean, piensen que nunca vamos a tener paz, pero yo creo todo lo contrario, tengo esperanzas y fe. La vida puede ser mejor, sólo falta voluntad y predisposición. 
Falta escuchar más, vivir más, reír más, sentir más. Hablamos tanto y sentimos tan poco. 
Soñar no cuesta nada, persigamos nuestros sueños y tratemos de no dañar a nadie, seguir nuestro camino y que nada ni nadie nos haga que dejemos de jugar el juego. Vivamos cada día, como si fuera el último.